miércoles, 11 de mayo de 2011

A LA MIERDA EL COLEGIO











Así pensé esa mañana que me levanté de la cama todo somnoliento, casi no había dormido y los rayos solares que ingresaban a través de mi ventana empañaban mi visión, me frotaba los ojos con mis manos y dando un prolongado bostezo, me desperecé y de reojo dirigí la mirada a mis cuadernos que estaban encima de la mesa de mi habitación todavía abiertos esperando que termine la bendita tarea de matemáticas que estaban avanzados solo hasta la mitad.




Sentía una extraña sensación en mi cuerpo que es difícil describirla, y la indecisión me hizo dar varias vueltas alrededor de mi habitación, de nada me sirvió invitar a un amigo la tarde anterior para “hacer” juntos la tarea no logramos terminarla, no saben como empecé a maldecir al profesor de Álgebra, insulte de mil maneras al que había inventado las matemáticas y los números y empecé a darme cocachos yo mismo tanto era mi impotencia de no poder resolver los “difíciles” problemas de matemáticas que estaban escritos en las paginas de mi cuaderno cuadriculado.



¡A la mierda! El colegio dije y me volví a tirar en la cama, cubrí mi rostro con las frazadas y cerré mis ojos como queriendo no ver mas mis cuadernos, rápidamente llegue a una solución así de fácil “No voy” y listo asunto solucionado que se vayan a la mierda todos y tire mi uniforme escolar a un lado de la cama. El maldito reloj no se detenía y avanzaban trotando sus agujas, mi corazón latía con fuerza como si el tiempo se estuviera acabando pasaron algunos minutos y me levante nuevamente.



Dirigí mi melancólica mirada hacia la mesa y observe mis cuadernos, allí seguían esperando por mí, de nada me sirvieron los tres Baldor (álgebra, aritmética, trigonometría) que mis viejos no sé de donde diablos sacaron, estaban allí en la mesa a mí casi de nada me servían en esas circunstancias y me daban unas ganas tremendas de lanzarlos por la ventana. Ya resignado y al oír la voz de mi vieja que me llamaba para tomar el desayuno no tuve mas remedio que llenar todo en la mochila de mala gana y baje corriendo a la cocina a tomar mi cuaker clásico desayuno ochentero.



Mientras engullía mis panes y mi cuaker, mi mente maquinaba un montón de cosas que podía hacer para evitar una vergüenza en el salón de clases, terminado el desayuno me despedí de mis viejos, cabizbajo y meditabundo caminé las más de diez cuadras rumbo al colegio, no quería llegar pero tenía que hacerlo, lentamente ingresé al colegio y luego al aula algunos no habían hecho nada de la tarea ya no estaba sólo pensé para mis adentros y eso como que aligeraba el peso de la responsabilidad que llevaba encima.



Pasaron algunos minutos y el auxiliar ingreso apurado al aula para darme una buena noticia a mí y a los demás que no terminamos la tarea de álgebra, aún cansado nos informaba que el profesor de matemáticas no asistiría ese día por un percance de último minuto, una sonrisa malévola se dibujo en mis labios y silenciosamente me dirigí al patio a relajarme un rato.



Era como si alguien hubiera acudido en mi auxilio, luego con un grupo de compañeros termine de hacer la bendita tarea de matemáticas.