Desesperado y a toda carrera el ladrón
cruzó la pista, sorteando
varios autos evitando ser
atropellado; en su mano sostenía un maletín, la gente observaba como aquel hombre emprendía
su rauda huída, al cabo de unos segundos todos los que mirábamos
atentamente como se alejaba nos dimos con la sorpresa de que éste era
tenazmente perseguido por un joven que llevaba puesto un sombrero rojo y que en
su mano derecha no empuñaba un
maletín sino un revólver.
El muchacho del sombrero rojo, se
puso a escasos dos metros del esquivo
ladrón alzó la mano
con la que empuñaba el arma y
antes de que el ladrón de su último paso, el muchacho del sombrero rojo
apretó el gatillo y un certero balazo atravesó
el cráneo del fugitivo. Cayó
pesadamente al pavimento y como dirían los diarios al dia siguiente, su cuerpo
estaba bañado en un gran charco de
sangre.
El muchacho del sombrero rojo
inmune a todos, simplemente guardó el arma bajo sus ropas miró por un segundo
el cadáver le dio un leve puntapié con la punta del zapato, cogió la bolsa y
caminó despreocupado unos pasos ante la atónita mirada de los curiosos,
detuvo un taxi con la mano subió y así
como apareció, se perdió por aquella
avenida transitada.
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