ADIOS AL BARRIO
Desde muy niño recuerdo al barrio, su ubicación en un lado
periférico de la ciudad, el jirón
Salaverry siempre las primeras cuadras
en un inicio la cuadra dos y después la cuadra cuatro, de la casa de la
cuadra dos tengo pocos recuerdos mi corta edad en ese entonces hacen muy
escasos mis recuerdos, solo quedaron en mi mente lo grande que era la casa el patio era enorme y teníamos un jardín
en la parte posterior a lo mejor había una planta de retama que se había
convertido en árbol que era el lugar preferido de un loro, una mascota que
tuvimos aparte del perro, del loro a lo más recuerdo que se nos murió, el
motivo creo que a alguien se le paso la mano al darle de beber vino, con la
creencia de que a más vino el loro hablaría
rápidamente, craso error después de una borrachera el loro apareció
muerto.
Luego de unos cortos años de vivir allí, pasamos a la casa de la cuadra
cuatro, el motivo de la mudanza; mi bisabuela vendió la casa de la cuadra dos.
Ya instalados allí fui creciendo, y es allí donde se desarrolla toda mi niñez y
mi adolescencia los mejores y peores
años de mi vida pasaron allí, contaré lo mejor porque lo peor ya lo he
olvidado.
Los primeros años de escuela, caminaba desde la cuadra cuatro de Salaverry hasta la cuadra nueve del jirón Ayacucho, los primeros amigos
y las primeras amigas, las primeras lecciones de la maestra y por que no decir
los primeros castigos, nadie es perfecto. Luego los cambios forzosos de la
vida, de niño a hombre, de la escuela mixta
al colegio de varones, a conocer algo nuevo, a defenderse solo, a
vivir a sufrir y a soñar.
El barrio era el barrio y tiene
un nombre “Cruz de Espinas” un nombre raro que suena a misterio y a sacrosanto, allí en la cuadra cuatro del
Jirón salaverry, poco a poco nos fuimos
haciendo amigos, hermanos, camaradas del juego y las travesuras, cómplices
de borracheras y hasta
de alcahuetes con las hembras.
Los hermanos Chacho, Paco, y Chicho, que fueron los
primeros en emigrar, quienes vivían en
una enorme casona que era una quinta de un corredor largo y empedrado algo
tenebroso, dueños de una perra de color negro a la que llamaban “chola”, era brava la perra y la
retábamos a que nos muerda y varias veces salimos perdiendo. los Gómez los últimos de los hermanos porque los mayores eran eso, mayores que nosotros y no pasaba nada, Kony, los
hermanos Pedriquix y Jochefina cholos recios
que trabajaban desde niños, Markito y su hermano Titi, Mañuco, Ruchi y
el Bicho y Sandrox tambien hermanos, mas
abajo estaba la casa de los Paez que
eran como diez hermanos, en el jiron Atahualpa, y por el Jiron Arica los
Montalvo, Los Arroyo y muchos que ya no recuerdo los nombres y los apellidos,
Volviendo a la cuadra cuatro de salaverry, mis vecinos
los “morocochinos” una mancha pero eran
tres hermanos los contemporáneos, que solo llegaban para los meses de vacaciones desde
Morococha y al final se adaptaron bien al grupo. En la cuadra cinco
aparte de Markito estaba Roberto, y de
las chicas recuerdo que en las noches éramos un montón, jugando aquellos juegos
infantiles de la época, los gritos y los
tropeles de los zapatos que sonaban al correr
para escondernos, la paz de la cuadra
claudicaba por que era tomada por nosotros los chicos y chicas menores de doce años y
algunos mayorcitos que se colaban por alli. Como no recordar a las hermanas
Salinas, que también llegaban desde Lima solo para los meses de vacaciones,
como olvidarlas si hasta nos rompieron el corazón cuando una fecha llegaron
para quedarse y allí creo que sin querer nació una rivalidad
entre nosotros porque una de ellas era nuestra contemporánea y allí los cuatro
o cinco pugnábamos por el amor de S......, que recuerdos.
Los partidos de fulbito en plena calle, con los arcos de piedra que se
jugaban por goles no por tiempo eran
comunes los juegos de (2,4) o (3,6) con cambio de arco y de jugadores,
sin apuestas por que jugábamos por el honor y el dinero para nosotros no tenia
mucho valor que digamos, al final solo tomábamos agua de caño y listo eso era
nuestro mundo, el juego y nada mas, aparte del colegio. Luego nos llegaría la
hora de amar uno a uno nos fuimos enamorando y los partidos de fulbito se
hacían más escasos, casi ya no nos reuníamos como antes las chicas también se
fueron esfumando poco a poco, chicos de
otros barrios venían a la cuadra y bueno que malo supimos llevar la fiesta en
paz se hicieron nuestros amigos por culpa de ellas. Nosotros también tuvimos
que emigrar a otros barrios en busca de nuestra media naranja.
Los años fueron pasando y terminamos el colegio y allí empezamos a
disolvernos, cada uno empezó a tomar rumbos diferentes y a tener amistades
diferentes pero en el fondo seguíamos siendo los mismos, nosotros y los vecinos
que también fueron dejando el barrio por enfermedad o por que simplemente no pudieron vencer a la muerte. Luego nos
tocó el turno de partir a buscar nuestro destino, Mañuco y Roberto decididos a
postular a la escuela de policías, Ruchi se fue a Huancayo a trabajar para la
Inka kola , Markito ingreso a la UNCP,Pedriquix y Josefina desaparecieron sin decir a donde, los
morocochinos ya no eran tres sino dos uno de ellos, el mayor había muerto en un
accidente en El Mantaro cuando visitaba a su abuela, los Gomez también
partieron , Kony puso su negocio y ya no paraba en el barrio se caso, Yo también tuve que partir y
dejé todo. El barrio se quedaba solo.
Han pasado muchos años y hoy bordeando los cuarenta y tantos evoco al
barrio, y la nostalgia invade mi alma, sus calles deterioradas y vacías la han
detenido en el tiempo, todo pasado fue mejor dicen algunos y lo corroboro al
instante, lejanos están las siluetas de los amigos, como lejanos las palabras
de aliento y los consejos de los vecinos, lejanas las sonrisas y los grititos
de las chicas, lejanos los partidos de fulbito, lejano el primer amor y la
primera borrachera, lejano la primera calada de un cigarrillo Ducal, lejanos la
sonrisa de mi abuela, lejanos mis amigos que están solo en mis recuerdos.
El barrio a quedado allí como esperándonos de nuevo, triste y taciturno,
como dormido por tantos años esperando ser despertado no por nosotros quizás
por nuestros hijos o nietos que con sus
gritos y con sus juegos, con sus pelotas y cometas, con sus cantos y con sus
bailes, con sus caricias y besos harán
renacer nuevamente a ese barrio que tanto queremos.
Dijimos adiós al barrio pero no será por mucho tiempo.
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