Encontré un conejo en mi ropero, al principio pensé que era un sueño y
que el conejo era algo onírico producto de mi subconciente,pero al notar mi
ropa en total desorden me hizo volver a la realidad, el conejo estaba quieto parado
en un rincón tenía en la mano una zanahoria que estaba roída hasta la mitad, lo más
curioso era que el conejo estaba parado en dos patas, sus patas traseras con
sus gigantes pezuñas lo soportaban tan bien que se veía totalmente erguido,
mientras con una de sus pequeñas patas delanteras sostenía la zanahoria. El
animal ni siquiera se inmutó al verme por el contrario parecía sonreírme,
mientras yo no sabía que hacer, se vería ridículo hablarle a un conejo pensé y
me quedé callado y no le dije nada, cerré con fuerza la puerta del ropero y empecé
a dar varias vueltas dentro de mi habitación tratando de entender lo que estaba
pasando.
Al cabo de un rato, decidí ir a
la cocina a preparme el desayuno, cogí un par de huevos y los puse en la sartén
para freírlos, me serví una taza de café y me senté en la mesa para desayunar.
Luego de terminar el desayuno, me dirigí de nuevo a la habitación, y entré al
baño a ducharme, ya había olvidado lo del conejo, abrí el ropero para sacar una camisa y nuevamente me
topo con la imagen del conejo, esta vez estaba echado encima de uno de mis
sacos, me miró con displicencia y me ignoró por completo. Me sentí confundido
sin saber qué hacer, como podía decirle al conejo que es lo que estaba haciendo
en mi ropero. Por un momento pensé que me estaba volviendo loco y fue el conejo
quien tomo la palabra:
_ ¡Buenos días! … Me dijo.
Me puse de mil colores, que
carajo le iba a responder al conejo. Así que sin hacerle caso tomé la camisa y
la corbata y cerré la puerta del ropero con mucho cuidado. Una vez vestido y
algo confundido me dirigí a la sala y me senté en el sofá, no pude evitar
pensar que hacia ese animal en mi ropero, ¿Un conejo que habla? Imposible me
dije, y me quedé pensando y sacando conclusiones de qué era lo que estaba
pasando y no cesaba de hacerme estas preguntas:
¿Quién trajo al conejo?
¿Qué estaba haciendo en el
ropero?
¿De dónde sacaba las zanahorias
para alimentarse?
¿A qué hora se iría?
Sin darme cuenta habían pasado algunos minutos, hasta que una voz algo
chillona y caricaturesca me hizo esta pregunta.
¿Hoy no vas a ir a trabajar?
Asombrado me puse de pie y giré a ver quién era, y vi al
conejo parado en el umbral de la puerta de mi habitación, estaba apoyado en una
pose graciosa, se recostaba sobre una de
sus patas delanteras en el marco de la puerta y cruzaba las patas traseras, y
esta vez llevaba puesto un chalequito rojo,
asombrado me sonreí disimuladamente, luego cogí mi maletín y Salí de mi
departamento con rumbo al trabajo.
Durante todo el día estuve
pensando en el conejo, mis compañeros se dieron cuenta de lo raro que estaba
ese dia,no me atreví a contarle a nadie acerca del conejo !CLARO!, Todos
pensarían que estaba loco o lo que es
peor , pensarían que estaba consumiendo alguna sustancia rara de esas que hay
ahora.
Durante el camino de regreso a
casa no pude evitar de pensar en el conejo, ¿Se habrá ido? Me preguntaba, y
pronto obtendría respuesta a esa incógnita, llegué a casa y luego de dejar mi
maletín encima del sofá de la sala me dirigí al ropero a guardar la camisa
y la corbata, abrí la puerta y no vi al conejo,
todo estaba en orden y muy limpio, como si nadie hubiera habitado ese
lugar.Luego sonreí pensando que mi imaginación me había jugado una mala pasada,
algo más tranquilo me dirigí a la cocina y al abrir la puerta ¿Qué creen?
Vi al conejo sentado en una silla
y masticando una enorme zanahoria,
confundido cerré la puerta de la cocina y me dirigí a la sala, encendí la tele
y me puse a ver una película, cuando de pronto
la vos chillona y caricaturesca me saluda:
_ ¡Buenas noches!
No volteé a mirar, sabía que era
el conejo que se dirigía hasta mi habitación a tomar su lugar en el ropero.
Desde ese día no se qué hacer con
este animal, no le he contado nada a nadie por temor a que me digan que estoy
loco, aunque en verdad el conejo no me perjudica en nada, no ensucia y ni
siquiera le compro zanahorias; es como si no existiera pero existe, ya me
acostumbré a convivir con él aunque hasta el día de hoy no he contestado sus
saludos.
A lo mejor uno de estos días le
hablo y quizás juntos nos sentemos a la mesa a disfrutar de una deliciosa cena,
él un puré de zanahorias y yo una deliciosa pizza.