sábado, 20 de abril de 2013

Showgirl













A la salida del trabajo, Ernesto decidió apartarse del grupo de amigos y decidió aventurarse por su cuenta  a recorrer las  oscuras calles del centro de  Lima, se le notaba algo excitado, con ganas de tener una aventura sexual  con una buena hembra, caminaba a pasos lentos ojeando  con atención las esquinas  en donde se hallaban escondidas las damas traviesas de la noche, con llamativas prendas y otras casi desnudas  se ofertaban a cualquier transeúnte, Ernesto miraba libidinosamente  las carnes de las féminas, hasta se atrevió a preguntar por el precio a una de ellas pero se dio con la sorpresa de que se trataba de un travesti, se había confundido, era la primera vez que le pasaba, oteo por un momento la azarosa esquina y decidió largarse algo decepcionado, avanzo y llego a la plaza San Martin, doblo por una de las esquinas y se hallo justo en la puerta de un night club. Las luces pequeñas iluminaban chillonamente el ambiente “Club Palermo” se leía en las luces de neón.
Ernesto  asintió con la cabeza que estaba en el lugar indicado, tímidamente se acerco hasta el viejo  calvo que estaba sentado en una taquilla improvisada  en la puerta, y antes que el dijera una sola palabra el viejo le extendía un ticket.
_ Son veinte soles el derecho de admisión y  se te da una cerveza de cortesía
Ernesto sin mencionar una palabra hecho mano a su billetera y saco un billete de veinte y se lo extendió al viejo, este tomo el billete y entrego el ticket.
_ Si deseas puedes invitar al privado a una de las chicas después del show.
Ambos sonrieron.
Ernesto  sintió que la piel se le ponía de gallina era su primera vez  en ese antro, antes ya había asistido al botecito y a la nene, su amigo e “l Mago”  lo había llevado un día en tragos.
Ahora el ingresaba en ese antro solo decidido a vivir su propia aventura. El interior del recinto estaba a media luz, y pudo ver a varias damiselas en apretados, escotados y  cortos vestiditos sentadas en  compañía de varios viejos de saco y corbata, que sobre la mesa tenían botellas de Pisco y Whisky, las mujeres le sonreían, y se dio cuenta que ni   bien hizo su aparición un enjambre de putas  lo rodeaban, Ernesto se sonrojo y se tomo un tiempo para elegir a una.
La elegida fue “Rubí” una  flaquita de  veintiséis años, blanquísima de piel y pelo rubio, claro  que rubio con su plata  y vestía diferente a todas, era más atrevida llevaba puesto un traje de lentejuelas  tipo  bataclana, noto sus senos enormes y los pezones marrones y duros  querían escapar del traje. Ernesto no pudo evitar tener una erección, disimuladamente metió su mano al bolsillo del  pantalón y en vano trato de disimular su excitación, Rubí sonrió cómplice y lo tomo de la mano y casi como si  estuviera encantado se dejo llevar sin oponer resistencia  hasta un ambiente privado.
Una vez allí dentro la tenue luz azul iluminaba un pequeño ambiente, una mesita y un viejo sillón de cuero negro  era todo, de inmediato un  mozo entro de improviso y  lapicero en mano estaba listo y presto a anotar lo que el caballero iba a pedir.
_ ¿Qué va a pedir el caballero?
_Ernesto se quedo mudo y Rubí ni corta ni perezosa aprovecho y pidió una  jarra de sangría.
_ Son  treinta y cinco soles la chica y cincuenta la grande.
_Pide la grande amor. Dijo Rubí coqueta, agarrándose las tetas.
Ernesto hizo cálculos matemáticos en un segundo y pidió la chica. Rubí le hizo una mueca  mostrando su disgusto.
_ ¿Y me vas  a dar mi propina, no papi?
_ Ernesto se hizo al sordo y se sentó en el viejo sillón de cuero.
Rubí, se sentó a su lado y empezó a besarle la oreja,  Ernesto al principio sentía cosquillas, ella le lamia la cara, y el no tuvo mejor idea que acariciarle las nalgas, ella rosaba  sus enormes tetas  en el rostro de Ernesto, y cuando ella estaba sentada en los muslos de él, un negro entra al lugar y pone la jarra de sangría encima de la mesa con dos vasos. La pareja se compuso, y Ernesto dio las gracias.
_Son treinta y cinco soles señor
Ernesto sacó un billete de cincuenta de la billetera y se lo entregó al negro.
Este, dijo no tener el cambio y que enseguida se lo traería.
Rubí aprovechó para tomarlo por la cintura y tumbarlo nuevamente en el sillón mientras el negro desaparecía del privado, llevándose los cincuenta soles.
Rubí empezó a besarlo, a decirle cosas subidas de tono y Ernesto estaba excitadísimo, Rubí frotaba la bragueta de Ernesto, palpando el duro sexo de este.
_ ¿Te gusta así, papi?
_ Si, sigue. Dijo Ernesto. Jadeante.
_Ahhh, pero antes dame mi propina amor, dijo la mujer, condicionando sus actos al dinero que Ernesto podía o debía darle.
Ernesto, sacó de la billetera un billete de diez y se lo entregó a la mujer.
_ ¿Tan poco valgo amor?
_ Vamos poco a poco cariño, dijo Ernesto.
_Ah,  no. Si quieres que te haga cositas ricas debes darme más propina amor.
_Mira sigue haciendo lo que sabes y ya después hablamos.
_ ¡Ah! No, así no es amor. Tienes que darme la propina primero, sino no hay nada.
_Bueno, hazme un show privado entonces y dime cuanto me costará. Hablemos claro si y no me vengas con huevadas.
_Ayyy amor, ¿Estas molesto?
_ ¡No! , pero me jode que me vengas  con vainas, ya dime cuanto es y listo.
_ Ya cariño. No te pongas así, para ti que me empiezas a caer muy bien, son cincuenta nada más.
_Está bien, empieza.
_ ¿Y los cincuenta amor?
_Ya, ya, acá están y le entrego el ultimo billete que tenia.
La  voluptuosa rubia con su plata, cogió de un zarpazo  el billete y se lo guardo en el zapato, acto seguido se puso al centro del pequeño ambiente y empezó a bailar sensualmente como si fuera una serpiente en celo, los parlantes hacían escuchar la voz carraspeada de Michael Bolton cantando .Mientras la mujer  meneaba  las caderas  frenéticamente  al ritmo de la balada, poco a poco se iba despojando de sus escasas prendas hasta quedar  como vino al mundo. Ernesto se levanto del sillón y la cogió por detrás entrelazándola con sus brazos, ella sutilmente al compas de la música retiro las manos de Ernesto y  con un movimiento brusco y preciso lo tumbo  en el sillón.
Luego, ella corrió y se abalanzó encima del. A Ernesto le faltaban manos para palpar ese cuerpo, hubiera deseado en ese momento ser un pulpo o un calamar para hacer uso de todos sus tentáculos, pero no lo era. Rubí se agacho hasta su oído y le susurro:
_ ¿Quieres mas amor?....AHHH… ¿Te gusta así papi?
Ernesto quiso hablar pero no pudo las enormes tetas de la fémina  le daban en la cara y le impedía hablar.
_ ¿Pero me darás mas propina amor?
Ernesto, estaba arrecho y quería terminar, pero ya no tenía más billetes, Rubí, insistía a su manera, ella lo besaba, palpaba por encima del pantalón el pene erecto de su víctima.
Ernesto  para evitar que la mujer lo siga sangrando y ponerle paños fríos al asunto. Invitó a Rubí a beber la sangría, ella cortésmente accedió y bebieron  el adulterado licor que no sabía a nada, parecía un té con unas cuantas gotas de limón y pisco, era una porquería el trago. A Ernesto poco a poco se le fueron quitando las ganas de tirarse a esa hembra, saco cuentas y se recordó que el negro que trajo la jarra no había regresado con el vuelto. Rubí  seguía haciendo su trabajo, quería sacarle más dinero y le insistía.
_ ¿Amor, quieres que te lo haga?
Le dijo mientras mañosamente se chupaba el dedo índice, Ernesto ya no estaba para esos juegos, pensó como deshacerse de la  mujer.
_Mira, cariño. Tú sabes dónde puedo encontrar un cajero por aquí cerca.
_Saliendo, a la altura del jirón de la unión están los cajeros amor.
_Bueno, que tal si mientras voy a sacar algo de dinero te vas tomando unos vasitos como esperándome.
_ Está bien amor, pero no te demores, ¿sino yo me voy con otro ah?, tu sabes que hay muchos patas esperándome, pero como tú me caes muy bien te voy a esperar. Pero saca mucha plata amor no sabes lo que te voy a hacer.
Ernesto, lentamente abandonó el ambiente y se fue a la sala a buscar al negro  que le debía el vuelto, dio dos vueltas y nunca lo vio, preguntó a un flaquito que estaba en la barra y este le dijo que no había ningún mozo negro que repartía las jarras.
_Me debe mi vuelto.
_ Ya, ya… ese cuento me lo sé, seguro te quedaste misio y no tienes para tu pasaje y bienes a decirme que se te debe tu vuelto. No seas pendejo y si no tienes plata mejor ándate a tu casa.
_ ¡ya perdí!.... váyanse a la mierda.
Y salió a la calle, el aire frio le dio en la cara y lo hizo reaccionar, caminó algo atontado hasta el jirón de la unión, eran la una de la mañana y el ambiente sombrío de la plaza se convertía  en el hábitat perfecto de pirañas y borrachos, de putas viejas y fletes, escasos transeúntes caminaban apurados para abandonar dicho lugar, no fue a ningún cajero por qué no tenia plata. Rebuscó   la billetera con desesperación y respiró aliviado al encontrar un billete de veinte nuevos soles. Billete que lo llevaría sano y salvo hasta su casa.







viernes, 5 de abril de 2013

LA BOUTIQUE











La  boutique estaba vacía  a esa hora de la mañana, el calor abrazador del verano limeño no se sentía dentro de la boutique miraflorina por el aire acondicionado de esta, escasos tres compradores recorríamos el amplio local, una dama cuarentona de buena presencia, un señor  de unos treinta y tantos años y yo que buscaba  afanosamente una camisa a cuadros. Al otro lado del mostrador  la mujer que atiende, una  pituquita blanquiñosa y sofisticada  habla acaloradamente por teléfono  al parecer con un proveedor, ella mira de reojo nuestros movimientos, el hombre se dirige  hacia donde están los colgadores  atestadas  de blusas para damas, al parecer buscaba un regalo para   su esposa. El hombre coge un colgador con una hermosa blusa de color azul, con tal mala suerte que el resto de ropa allí colgada se cae al piso, el hombre nervioso trata de rectificarse  y se agacha para recoger  los colgadores que estaban en el piso. Cuando se escuchan los escandalosos gritos de la mujer que hablaba por teléfono.
_  ¡Oiga! tenga más cuidado con lo que está haciendo.
_Disculpe, dice el hombre desde el suelo sin saber si seguir o dejarlo todo allí. Mientras la eufórica mujer cuelga el teléfono  violentamente y corre hasta donde está el hombre agachado y le grita:
_ Ten un poco más de cuidado, no te das cuenta que la ropa acá es nueva y fina  y sino la vas a comprar mejor anda vete a Gamarra a buscar cosas para ti, serrano.
_ ¿Qué?
La mujer se le abalanza y se un tirón le arrancha la ropa de sus manos y lo empuja lejos.
El hombre trastabilla y se pone rojo de la vergüenza, la otra dama que estaba en la tienda  disimuladamente deja la ropa que  tenía en sus manos y se retira sin decir una palabra. Yo me hago el desentendido y sigo buscando la bendita camisa a cuadros. La mujer le increpa.
_Muévete que estas arrugando todo
_Ya le dije que disculpe, fue un accidente.
_Seguro que te has querido robar una prenda, porque ni plata tendrás para comprar algo de aquí. Así que ándate y deja de manosear las prendas.
_ Creo que debería tratarme mejor señora, no me falte el respeto. Ya le pedí disculpas no fue mi intención  tirar la ropa.
_ Ya, ya, retírate nomás.
_Creo que  merezco una disculpa de su parte señora, no sé por qué actúa así de esa manera.
_¡Que te has creído!  , serrano de mierda tú no  vas a venir a decirme lo que tengo que hacer. Ya te dije que te largues de mi tienda serrano apestoso. ¡Fuera!.
 Y señalaba con una mano la puerta.
_Señora cálmese por favor intervine.
_Tu, también lárgate, no sé que hacen aquí este par  de serranos cochinos. ¡Váyanse! o llamo a la policía.
El hombre se da valor para enfrentar verbalmente a la menopáusica mujer que estaba con los nervios alterados.
_Señora, merecemos respeto no nos trate de esa manera por favor.
_ ¡Cállate! Ya te dije que te largues.
_ ¿Me está hablando  a mí?, señora usted ¿me está hablando así a mí?
_Si, a ti te hablo o te vas ahorita o llamo a la policía.
¡Imbécil!
 Grita la mujer roja de la cólera.
El hombre toma aire y se envalentona  siente que ya ha sido suficiente el maltrato que le ha hecho la iracunda mujer  y en un ágil movimiento se lleva la mano hacia la parte trasera de la correa y extrae una  pistola. Y apunta a la cabeza de la asustada mujer.
Ahora si vieja de mierda, te voy a enseñar a tratar bien a la gente. Que te has creído tu maldita, que por tener dinero vas a venir a insultarme, a mí nadie me trata mal sabes, soy un ciudadano hecho  y derecho  y por gente como tu es que estamos jodidos.
Los ojos de la mujer parecen salirse de las cuencas  y empieza a sudar de miedo. Intenta hablar pero el hombre  se le adelanta.
_Si hablas, te reviento los sesos.
El hombre se le acerca y la toma del cuello, la mujer tiembla de nervios y de pánico, quiere llorar pero no puede.
_ Ahora habla pues, dime todo lo que me dijiste antes.
La mujer me mira como pidiéndome ayuda, yo no sé qué hacer y me quedo quieto y callado con la camisa a cuadros en la mano.
El hombre acerca el cañón de la pistola hacia la boca de la mujer.
_ ¡Ábrela!
La mujer  cierra los labios con fuerza y hace una mueca que le afea el rostro.
El hombre la sujeta con fuerza y la obliga, ella abre la boca y él le  introduce levemente  el pedazo de metal .El silencio me hace escuchar los chasquidos de los  dientes de la mujer que hacen al chocar con el metal.
_ A ver si así te quedas callada y no insultas a la gente por sus rasgos físicos  pendeja de mierda.Luego le  saca el arma  de su boca y se la coloca a la altura de la sien. La mujer llora quiere gritar pero no puede, me sigue mirando y yo quieto sosteniendo la camisa a cuadros.
El hombre la jala contra él y retroceden unos pasos y le habla a la mujer:
Es una línea muy delgada la que separa  a un ser humano  de un criminal  ¿Lo sabías?
La mujer quiere mover la cabeza pero él esta apretando con fuerza y la sofoca.
_ ¿Sabes cuál es la diferencia entre un asesino y yo?
La mujer esta quieta y callada y sus ojos derraman delgadas lágrimas.
_ Yo lo estoy pensando, él ya te hubiera matado. Esa es la diferencia.
Ningún otro cliente entra a la tienda ni siquiera se asoman a las vitrinas, afuera el sol está quemando quizá por eso no hay mucha gente.
_ Quería comprar una blusa azul para mi esposa, porque estoy harto de que solo use  color negro, fui al banco a retirar dinero y tengo en mi cartera  mi tarjeta de crédito, quise ser amable y caballero, pero tú me hiciste enojar y ahora soy un animal. Entiendes.
La mujer trata de zafarse usando sus dos manos pero él  la esta apretando fuerte  del  cuello con su brazo izquierdo mientras con el derecho le está apuntando en la cabeza.
_ ¡Anda! , escoge lo que te estoy pidiendo y envuélvelo para llevármelo. Elige uno de tu talla.
Y la empujó  para  adelante, la mujer trastabilla y se fue hasta el lugar indicado, escogió una elegante blusa de color azul, y la puso en una bolsa de regalo de papel. Colocó la bolsa  sobre el mostrador. Y  se acercó de nuevo ante él que le seguía apuntando.
_ Ahí la tienes. Tranquilo no me hagas daño. Suplicaba temblorosa.
_ ¿No me la vas a  cobrar supongo no?
_ Después de todo lo que ha pasado, además como soy un pobre serrano de mierda no creo que tenga el dinero para pagarte. Ahora ven para acá y arrodíllate.
En ese momento, dejé la camisa colgada  en su sitio  y quise abandonar el lugar, el hombre giró para verme y fue suficiente para quedarme estático y mirar lo que seguía.
La mujer por instinto se había arrodillado delante del hombre y juntaba las manos  suplicando por su vida. El hombre dio un paso y se tocó los genitales, observa  la pistola y le pregunta:
_ ¿Cual prefieres?
La mujer agacha la cabeza y llora desconsoladamente.
_Ahora lloras  puta ¿No que eras tan valiente?, no que era un serrano, un pobreton, no que ibas a llamar a la policía, ¿Te acuerdas? Ah otra cosa te digo los clientes siempre tenemos la razón  ¿lo sabes no?, bueno ahora échate boca abajo.
La mujer obedece sin chistar, mantiene la boca totalmente cerrada muy distinto que al principio donde no dejaba hablar a nadie.
El hombre camina lentamente hasta el mostrador coge la bolsa,  da una última mirada a la mujer
_Para que aprendas a  tratar a la gente. Le dice.
Pasa por mi lado sin mirarme guarda el arma en su espalda debajo de la camisa y sale de la tienda, la mujer sigue  llorando con las manos cubriéndose el rostro.
La miro y me da lástima verla, toda su soberbia del principio había desaparecido ahora era un ser mas, uno común y corriente como todos nosotros. No quise comprar la camisa en ese lugar y en ese momento, caminé despacio hasta la puerta y me alejé. El hombre había desaparecido sin dejar rastro de su presencia. A los pocos días cerraron la tienda.