Se acerco a la barra del bar y se sentó justo al lado mío, sus cabellos
desordenados y su mirada perdida indicaban que algo andaba mal en su alterada conciencia
, parecía que tenía el alma llena de cicatrices que la habían marcado
para siempre. No dejaba de mirar el estante lleno de licores de toda clase, de
lo más costoso a lo más barato, dudaba
en silencio en lo que estaba pensando pedir y con una seña llamo al despreocupado bar-man, susurró algo
y el muchacho se alejó unos metros para
buscar en la penumbra una botella de extraña forma. Botella en mano camino hasta colocarse justo enfrente de
la mujer, sirvió en un pequeño vaso alargado más o menos hasta la mitad de un líquido incoloro.
”Ahhh……El mejor de los tequilas”
Murmuró con contundente orgullo el bar-man poniendo la
botella al alcance de mi vista, le di una miradita de reojo, quise ver más y
disimuladamente le di un giro a la botella para no ver la enorme etiqueta de color rojo con
letras doradas y bordes negros, sino lo que había detrás de ella, quedé algo
sorprendido al ver flotar en el líquido una especie de gusano, seguidamente le
di una mirada a la dama de los cabellos desordenados y vi como se llevaba a los labios y bebía el líquido, acto seguido hizo una mueca
que deformó aun más su demacrado rostro
dando la impresión que se ahogaba y rápidamente se llevó a la boca un trocito de sal y mordió
una rodaja de limón, hecho esto se quedó
quieta por un instante.
¿Y tú que estás mirando?
Me interrogó la mujer con algo de
agresividad, simplemente sonreí sin decirle una palabra, el barman ya se había alejado
hasta un rincón de la barra llevándose la botella. La penumbra ponía el lugar
como una escena de película, esas de gánster y asesinos en serie. Sin que me
diera cuenta la mujer ya estaba al lado mío y pude sentir su aliento
alcoholizado
¿Sabes? , me voy a suicidar me
dijo.
¡Carajo!, Esta loca de mierda sí que es capaz de todo (pensé)
y automáticamente busqué con la mirada al bar-man para que me auxilie pero no lo vi por ninguna parte, el destino nos había
puesto a la loca y a mi allí juntos, justo uno al lado del otro para continuar con lo que
ya estaba escrito por obra y gracia del maldito “Destino”.
Quise huir corriendo pero no
pude, la loca había sacado de su cartera
un revólver. Sí, un revólver negro con la cacha de color caoba que brillaba y
centellaba al contacto con un débil haz de luz, automáticamente la desquiciada
mujer se puso el cañón del arma en la
boca, era como si lo hubiera practicado muchas veces porque ni siquiera
temblaba, me clavó una mirada penetrante y con los ojos bien abiertos. Yo quedé
petrificado al instante, como si hubiera
mirado a los ojos a la temible Medusa de
la mitología griega, y fue allí en ese
preciso instante cuando mis oídos escucharon
un atronador ruido como si fuera
un rayo precedido de un relámpago que con un fugaz chispazo iluminó
por unos segundos el oscuro ambiente.
¡Carajo! La loca había apretado el gatillo y se había volado
los sesos en mi presencia.
Se había matado y me había jodido
la vida, comencé a temblar y poco bastó para que cayera desvanecido al piso
junto al cadáver de la loca, y como dice la canción me tropecé con el cuerpo y avancé hasta la puerta, ya iba a salir cuando
escuché la voz del bar-man ordenándome que me detenga, lo miré y lo mandé a la mierda. Caminé lentamente hasta la
avenida avancé como si fuera un zombi
ajeno a las curiosas miradas de los transeúntes, ingresé a una farmacia y le pedí
a una señorita algo para calmar mis nervios, como no quería tomar ninguna pastilla solo atiné a pedirle un frasquito de agua de azahar,
saqué el dinero de la billetera y con manos temblorosas se lo extendí a la
cajera, esta se dio cuenta de lo nervioso que me encontraba, sin decir nada recibí
mi vuelto y la bolsita blanca en cuyo interior estaba el frasco. Me acerqué al bidón
de agua cogí un pequeño vaso descartable y me serví un poco de agua mezcle un
poco de agua de azahar del frasco y de
un solo sorbo bebí el contenido del vaso, arrojé el vaso al tacho de basura y salí
a la calle. Caminé lentamente para llegar a mi casa y les digo estimados lectores que esa noche me fue
imposible conciliar el sueño.
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