domingo, 6 de febrero de 2011

VIENDO CAER LA LLUVIA

Estaba lejos de casa cuando el cielo ennegreció y las nubes inmensas amenazaban con descargarse de un solo golpe, a lo lejos los relámpagos iluminaban la débil tarde con un centello impresionante, y los truenos terroríficos retumbaban en mis oídos, yo niño todavía me llevaba las manos para tapármelos y no escuchar el estruendoso ruido. Mi padre a mi costado miraba asombrado sin saber que decirme, sólo su débil sonrisa y su presencia me hacían sentirme seguro y protegido.


Habíamos salido temprano de casa casi de madrugada, rumbo al pueblo de Quero, para poder pescar algunas truchas en el rio del pueblo, estábamos a orillas del río, portando nuestras cañas de pescar y lidiando con las enormes piedras resbalosas y contra la fiera corriente de las aguas, la mañana había pasado sin contratiempos, caminamos rio abajo por varias horas y logramos capturar algunos peces, yo había atrapado más que mi viejo creo, y él me ayudaba presuroso a sacar el anzuelo de la boca de los peces, siempre recuerdo su sonrisa cada vez que me ayudaba y luego una palmada en la espalda o una leve caricia en mi cabeza, me hacían pensar que estaba orgulloso de mi.

En la tarde, ya habíamos avanzado varios kilómetros del pueblo, siempre a orillas del rio, era emocionante sentirme protagonista de esa parte de mi vida y por eso creo que nunca olvidare esos momentos, la lluvia siempre fue parte de mi niñez y adolescencia, y recuerdo muchos momentos lluviosos buenos y malos y me traen mucha nostalgia.

En pocos minutos, luego del conocido ritual de vientos, relámpagos y truenos el cielo se vino abajo y descargo una descomunal lluvia, a pesar de las casacas impermeables que teníamos puestos en esa situación de todas maneras había que buscar refugio, las gruesas gotas impedían la visión, mi viejo adelante y yo atrás, esperaba que el me guie a algún lugar seco, con pasos apurados mi padre se dirigió al costado del camino, y cruzó raudamente para el lado del cerro. donde había una especie de cueva, allí nos estuvimos guareciendo del frío y de la lluvia, cuándo por el camino divisamos la silueta de una persona, se trataba de un menudo hombre que llevaba en su espalda un “quipe”, mi padre le dio un silbido para pasarle la voz, al instante el hombrecito dio la vuelta a su izquierda y corrió hasta la pequeña cueva en la que estábamos, saludó cortésmente y se pusieron a conversar de muchas cosas los dos, yo por mi parte los dejé solos en su conversación, los escuchaba, pero mi mente estaba en otra cosa, en mis pensamientos, en mis ideas, en mis sueños, la lluvia me daba tiempo para estar solo por un momento, y pensaba en un montón de cosas contemplando el gris paisaje serrano que nos rodeaba, pensaba en mi pasado, mi presente y quizás parte de mi futuro.

La lluvia me transformaba en un ser nostálgico, sin más tiempo que para pensar en “x” cosas mientras duraba el aguacero, la lluvia no te dejaba hacer nada creo que sólo te servía para hacerte pensar y reflexionar y mirando al infinito solo deseaba una cosa , que el aguacero termine para seguir mi camino para seguir con mi vida, poco a poco las aguas se fueron secando del cielo, mi padre ofreció un cigarrillo al pequeño amigo, el cual recibió gustoso y agradecido, dijo que estaba camino a Jauja, llevando carne para la venta, calmada la lluvia el cielo lucia despejado, las enormes nubes negras habían desaparecido y la tenue niebla daba paso a un tímido sol que asomaba indeciso. Nuestro menudo amigo aprovechó la ocasión para despedirse, sus presurosas ojotas alcanzaron el camino y se fue perdiendo hacia abajo echando bocanadas de humo. Nosotros regresamos al río, para esta vez dirigirnos río arriba rumbo al pueblo echando el sedal al agua y esperando que un descuidado pez muerda el anzuelo, la tarde era triste, la tarde era alegre, la tarde era todo, y pronto se convertiría en noche y había que regresar.

Escucho esta canción y mis recuerdos de lluvia regresan a mi mente y nuevamente me pongo nostálgico.

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