viernes, 20 de julio de 2012


ADIOS AL BARRIO





Desde muy niño recuerdo al barrio, su ubicación en  un lado  periférico  de la ciudad, el jirón Salaverry siempre las primeras cuadras  en un inicio la cuadra dos y después la cuadra cuatro, de la casa de la cuadra dos tengo pocos recuerdos mi corta edad en ese entonces hacen muy escasos mis recuerdos, solo quedaron en mi mente lo grande que era la  casa el patio era enorme y teníamos un jardín en la parte posterior a lo mejor había una planta de retama que se había convertido en árbol que era el lugar preferido de un loro, una mascota que tuvimos aparte del perro, del loro a lo más recuerdo que se nos murió, el motivo creo que a alguien se le paso la mano al darle de beber vino, con la creencia de que a más vino el loro hablaría  rápidamente, craso error después de una borrachera el loro apareció muerto.



Luego de unos cortos años de vivir allí, pasamos a la casa de la cuadra cuatro, el motivo de la mudanza; mi bisabuela vendió la casa de la cuadra dos. Ya instalados allí fui creciendo, y es allí donde se desarrolla toda mi niñez y mi adolescencia  los mejores y peores años de mi vida pasaron allí, contaré lo mejor porque lo peor ya lo he olvidado.



Los primeros años de escuela, caminaba desde la cuadra  cuatro de Salaverry hasta la cuadra  nueve del jirón Ayacucho, los primeros amigos y las primeras amigas, las primeras lecciones de la maestra y por que no decir los primeros castigos, nadie es perfecto. Luego los cambios forzosos de la vida, de niño a hombre, de la escuela mixta  al colegio de varones, a conocer algo nuevo, a defenderse solo, a vivir  a sufrir y a soñar.



El  barrio era el barrio y tiene un nombre “Cruz de Espinas” un nombre raro que suena a misterio y  a sacrosanto, allí en la cuadra cuatro del Jirón salaverry, poco a poco  nos fuimos haciendo amigos, hermanos, camaradas del juego y las travesuras, cómplices de  borracheras  y hasta  de alcahuetes con las hembras.



Los hermanos Chacho, Paco, y Chicho, que fueron los primeros en  emigrar, quienes vivían en una enorme casona que era una quinta de un corredor largo y empedrado algo tenebroso, dueños de una perra de color negro a la que  llamaban “chola”, era brava la perra y la retábamos a que nos muerda y varias veces salimos perdiendo. los Gómez  los últimos de los hermanos  porque los mayores eran eso, mayores  que nosotros y no pasaba nada, Kony, los hermanos Pedriquix y Jochefina cholos recios  que trabajaban desde niños, Markito y su hermano Titi, Mañuco, Ruchi y el Bicho y Sandrox  tambien hermanos, mas abajo estaba la casa de los Paez  que eran como diez hermanos, en el jiron Atahualpa, y por el Jiron Arica los Montalvo, Los Arroyo y muchos que ya no recuerdo los nombres y los apellidos, Volviendo  a  la cuadra cuatro de salaverry, mis vecinos los “morocochinos” una mancha pero eran  tres hermanos los contemporáneos, que solo llegaban  para los meses de vacaciones  desde  Morococha y al final se adaptaron bien al grupo. En la cuadra cinco aparte  de Markito estaba Roberto, y de las chicas recuerdo que en las noches éramos un montón, jugando aquellos juegos infantiles de la época, los gritos y  los tropeles de los zapatos que sonaban al correr  para escondernos, la paz de la cuadra  claudicaba por que era tomada por nosotros  los chicos y chicas menores de doce años y algunos mayorcitos que se colaban por alli. Como no recordar a las hermanas Salinas, que también llegaban desde Lima solo para los meses de vacaciones, como olvidarlas si hasta nos rompieron el corazón cuando una fecha llegaron para quedarse  y  allí creo que sin querer nació una rivalidad entre nosotros porque una de ellas era nuestra contemporánea y allí los cuatro o cinco pugnábamos por el amor de S......, que recuerdos.



Los partidos de fulbito en plena calle, con los arcos de piedra que se jugaban por goles no por tiempo eran  comunes los juegos de (2,4) o (3,6) con cambio de arco y de jugadores, sin apuestas por que jugábamos por el honor y el dinero para nosotros no tenia mucho valor que digamos, al final solo tomábamos agua de caño y listo eso era nuestro mundo, el juego y nada mas, aparte del colegio. Luego nos llegaría la hora de amar uno a uno nos fuimos enamorando y los partidos de fulbito se hacían más escasos, casi ya no nos reuníamos como antes las chicas también se fueron  esfumando poco a poco, chicos de otros barrios venían a la cuadra y bueno que malo supimos llevar la fiesta en paz se hicieron nuestros amigos por culpa de ellas. Nosotros también tuvimos que emigrar a otros barrios en busca de nuestra media naranja.



Los años fueron pasando y terminamos el colegio y allí empezamos a disolvernos, cada uno empezó a tomar rumbos diferentes y a tener amistades diferentes pero en el fondo seguíamos siendo los mismos, nosotros y los vecinos que también fueron dejando el barrio por enfermedad o por que simplemente  no pudieron vencer a la muerte. Luego nos tocó el turno de partir a buscar nuestro destino, Mañuco y Roberto decididos a postular a la escuela de policías, Ruchi se fue a Huancayo a trabajar para la Inka kola , Markito ingreso a la UNCP,Pedriquix y Josefina  desaparecieron sin decir a donde, los morocochinos ya no eran tres sino dos uno de ellos, el mayor había muerto en un accidente en El Mantaro cuando visitaba a su abuela, los Gomez también partieron , Kony puso su negocio y ya no paraba en el barrio se  caso, Yo también tuve que partir y dejé todo. El barrio se quedaba solo.



Han pasado muchos años y hoy bordeando los cuarenta y tantos  evoco  al barrio, y la nostalgia invade mi alma, sus calles deterioradas y vacías la han detenido en el tiempo, todo pasado fue mejor dicen algunos y lo corroboro al instante, lejanos están las siluetas de los amigos, como lejanos las palabras de aliento y los consejos de los vecinos, lejanas las sonrisas y los grititos de las chicas, lejanos los partidos de fulbito, lejano el primer amor y la primera borrachera, lejano la primera calada de un cigarrillo Ducal, lejanos la sonrisa de mi abuela, lejanos mis amigos que están solo en mis recuerdos.



El barrio a quedado allí como esperándonos de nuevo, triste y taciturno, como dormido por tantos años esperando ser despertado no por nosotros quizás por nuestros hijos o nietos  que con sus gritos y con sus juegos, con sus pelotas y cometas, con sus cantos y con sus bailes, con sus caricias y besos  harán renacer nuevamente a ese barrio que tanto queremos.



Dijimos adiós al barrio pero no será por mucho tiempo.




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