lunes, 8 de octubre de 2012

EL MEJOR DE LOS TEQUILAS













Se acerco a la barra del bar  y se sentó justo al lado mío, sus cabellos desordenados y su mirada perdida indicaban que algo andaba mal en su alterada conciencia , parecía que  tenía el alma  llena de cicatrices que la habían marcado para  siempre. No dejaba de mirar  el estante lleno de licores de toda clase, de lo más  costoso a lo más barato, dudaba en silencio en lo que estaba pensando pedir y con una seña  llamo al despreocupado bar-man, susurró algo y  el muchacho se alejó unos metros para buscar en la penumbra una botella de extraña forma. Botella en mano  camino hasta colocarse justo enfrente de la  mujer, sirvió en un pequeño  vaso alargado más o menos  hasta la mitad de un líquido incoloro.

”Ahhh……El mejor de los tequilas”

Murmuró  con contundente orgullo el bar-man poniendo la botella al alcance de mi vista, le di una miradita de reojo, quise ver más y disimuladamente le di un giro a la botella para no  ver la enorme etiqueta de color rojo con letras doradas y bordes negros, sino lo que había detrás de ella, quedé algo sorprendido al ver flotar en el líquido una especie de gusano, seguidamente le di una mirada a la dama de los cabellos desordenados y  vi como se llevaba a los labios  y bebía el líquido, acto seguido hizo una mueca que deformó aun   más su demacrado rostro dando la impresión que se ahogaba  y  rápidamente  se llevó a la boca un trocito de sal y mordió una rodaja de limón, hecho esto se  quedó  quieta por un instante.

¿Y tú que estás mirando?

Me interrogó la mujer con algo de agresividad, simplemente sonreí sin decirle una palabra, el barman ya se había alejado hasta un rincón de la barra llevándose la botella. La penumbra ponía el lugar como una escena de película, esas de gánster y asesinos en serie. Sin que me diera cuenta la mujer ya estaba al lado mío y pude sentir su aliento alcoholizado

¿Sabes? , me voy a suicidar me dijo.

¡Carajo!,  Esta loca de mierda sí que es capaz de todo (pensé) y automáticamente busqué con la mirada al bar-man para que me auxilie pero  no lo vi por ninguna parte, el destino nos había puesto a la loca y a mi allí juntos, justo  uno al lado del otro para continuar con lo que ya estaba escrito por obra y gracia del maldito “Destino”.

Quise huir corriendo pero no pude, la loca  había sacado de su cartera un revólver. Sí, un revólver negro con la cacha de color caoba que brillaba y centellaba al contacto con un débil haz de luz, automáticamente la desquiciada mujer  se puso el cañón del arma en la boca, era como si lo hubiera practicado muchas veces porque ni siquiera temblaba, me clavó una mirada penetrante y con los ojos bien abiertos. Yo quedé petrificado al instante,  como si hubiera mirado a los ojos a la temible  Medusa de la mitología griega, y  fue allí en ese preciso instante cuando mis oídos escucharon  un  atronador ruido como si fuera un rayo  precedido de un  relámpago que con un fugaz chispazo iluminó por unos segundos  el oscuro ambiente.
¡Carajo!  La loca había apretado el gatillo y se había volado los sesos  en mi presencia.

Se había matado y me había jodido la vida, comencé a temblar y poco bastó para que cayera desvanecido al piso junto al cadáver de la loca, y como dice la canción me tropecé con el cuerpo  y avancé hasta la puerta, ya iba a salir cuando escuché  la voz del bar-man ordenándome  que me detenga, lo miré y lo mandé  a la mierda. Caminé lentamente hasta la avenida  avancé como si fuera un zombi ajeno a las curiosas miradas de los transeúntes, ingresé a una farmacia y le pedí a una señorita algo para calmar mis nervios, como no  quería tomar ninguna pastilla  solo atiné a pedirle un frasquito de agua de azahar, saqué el dinero de la billetera y con manos temblorosas se lo extendí a la cajera, esta se dio cuenta de lo nervioso que me encontraba, sin decir  nada  recibí mi vuelto y la bolsita blanca en cuyo interior estaba el frasco. Me acerqué al bidón de agua cogí un pequeño vaso descartable y me serví un poco de agua mezcle un poco de agua de azahar del frasco  y de un solo sorbo bebí el contenido del vaso, arrojé el vaso al tacho de basura y salí a la calle. Caminé lentamente para llegar a mi casa y les digo  estimados lectores que esa noche me fue imposible conciliar el sueño.

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