sábado, 16 de marzo de 2013

El “LADRILLO”




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Juan Arturo, cursaba el quinto de secundaria en el único  colegio de su ciudad, era un adolescente extrovertido, juguetón  el más jodido del quinto “H”, era delgado, trigueñito, estudioso no tanto pero daba  pelea a los más chancones que no eran muchos. Su padre propietario de un prospero grifo  que estaba ubicado estratégicamente  a la entrada de la ciudad, lo hacía un muchacho pudiente y con licencia para hacer lo que le venga en gana a veces.
Una vez aprovechó las  vacaciones de medio año para realizar un viaje a Huánuco en el camión cisterna de su padre, acompañaría a un tío para entregar  el combustible en una sucursal que tenían en la ciudad huanuqueña. Al parecer entró como jugando a conocer el ilícito negocio de la familia. La entrega no era precisamente de galones de gasolina sino de kilos de coca. Lo del grifo era una pantalla para justificar  los signos exteriores de riqueza con que gozaba la familia.
Juan Arturo aprovechó este viaje y logró apoderarse sin que nadie se diera cuenta de un paquete “ladrillo” de coca pura, lo camufló muy bien dentro de sus pertenecías y de regreso pasó desapercibido por los controles policiales de las carreteras. Parecía que todo estaba arreglado con la corrupta policía. Llegó a su localidad y guardó el paquete por unos días en  el jardín de su casa, luego para no ser descubierto por su progenitor no dudo en entregar  el “ladrillo” envuelto en una bolsa negra a su compañero de clases al  “Chito”  Rojas su pata  de palomilladas. El “Chito” guardó por un tiempo la bolsa a sabiendas de  su contenido, sabía de la ilegal merca que estaba ahora en sus manos.
Los días fueron pasando y el paquete era celosamente guardado en  un rincón de la casa del “Chito”. El  fue de la idea de deshacerse de la merca no tirándola  a la basura o al rio, sino vendiéndola  y así  avizorarse de algunos billetes para palear las necesidades  de un adolescente ávido de nuevas aventuras. Así los dos chiquillos se convirtieron en socios. De a poco  y con temor al principio fueron haciendo querer la droga primero a los más bellacos del salón, uno de los clientes fijos sería el “mudo” Torres, luego el “mono” García  y así fue creciendo la clientela entre los alumnos del colegio.
Luego el negocio traspasaría los límites del colegio, poco a poco fueron ganando fama y clientes, el enorme “ladrillo” parecía no mermarse, después  fue la calle  y hasta que los drogos en su angustia llegaban a tocar la puerta de la casa del “chito” para comprar el alcaloide bajo cualquier pretexto, el  pueblo era pequeño pero quedaron sorprendidos al saber que los drogos eran cada vez más, ¿De donde salían tantos? Se preguntaban los socios sin tener la respuesta.
Algunos personajes mayores de la ciudad también contactaban con el “chito”, a veces entregaban la coca a domicilio previa propina extra del comprador. Hasta  personajes foráneos tocaban la puerta de la casa del “chito” para comprar  su vicio. Es el caso de un “brujo” que se jactaba de curar enfermedades desconocidas , el daño, la brujería las decepciones amorosas y no pudo curar su adicción, el maestro  Ángelo venido de la capital a estafar  a la gente con sus  hechizos   no pudo evadir el embrujo de la droga y tocaba la puerta del “ chito” todos los días.
Los  traviesos socios no midieron las consecuencias de  sus actos. Hasta que  del enorme” ladrillo” solo quedaba una pequeña masa del tamaño de un guijarro  que en menos de una semana desapareció. Los drogos llegaban en mancha a la casa del “chito”, éste no sabía qué hacer para despedir a los angustiados drogos, Juan Arturo  planteó no seguir en las andanzas  y el “chito” era el que pagaba los platos rotos pues su domicilio era el centro de acopio de los drogos.
Una tarde llegó el brujo en tragos a buscar un poco de coca , el “chito” se hizo negar y esto fue suficiente para que el maestro Ángelo  arremetiera a patadones  contra la débil puerta de la casa del “chito”, en eso salimos todos los vecinos del barrio a reclamar la actitud de foráneo personaje, el aducía que había sido estafado  por el “chito” que en vez de coca le habían dado  otra sustancia que le había hecho daño, los vecinos creyeron que el brujo estaba inventando cosas con tal de sacarle dinero a la familia del “chito” y en un intercambio de palabras y manotazos  expectoraron del barrio al brujo que se fue jurando tomar venganza. Desde esa vez  los amigos prometieron no hacer mas travesuras y gracias a que no había pruebas con que incriminarlos y por ser menores de edad  y como además nadie hizo una denuncia formal todo paso a ser un malentendido que  libro a estos granujas de una pena mayor.

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