viernes, 29 de marzo de 2013

EL HIJO DE LA LUNA



www.definicionabc.com










La cabeza la sentía pesada, un fuerte dolor  lo hacía gritar  de rato en rato, se sintió mareado y tambaleándose  buscó la silla más próxima y se sentó algo aturdido, agarrándose  la cabeza con las dos manos , apretando desesperadamente su cráneo contra las palmas de sus manos como si haciendo eso amortiguaría en algo el dolor que se acrecentaba. La crisis fue cediendo lentamente  y al cabo de unos minutos las molestias habían desaparecido.
Una vez tranquilizado , la expresión de su rostro cambió, se le vio más relajado, sonreía sarcásticamente  al menor movimiento de las personas que miraba detenidamente como si se tratase de una función de marionetas, era en ese momento otra persona, disimuladamente metió su mano derecha al bolsillo de la casaca y palpó el frasco de pastillas que siempre llevaba consigo, su psiquiatra en la última cita le había dicho que no dejara de tomarlas y si lo hacia corría grave peligro de  recaer en su enfermedad y sería mucho más difícil revertir las consecuencias. Pero no le hizo caso, jamás tomó las pastillas pero siempre las llevaba consigo, cuando estaba  solo le gustaba sentarse en el banco del parque  y sacaba el pequeño frasco y con su mano lo agitaba produciendo un ruido de sonaja, el ruido lo hacia sonreír lo tranquilizaba, lo relajaba.
Paso toda la tarde sentado en la banca del parque, de rato en rato pronunciaba algunas palabras, produciéndose un dialogo con el mismo, sabia en el fondo que estaba solo y que no había nadie a su lado  pero le daba igual él hablaba  a solas  era su pasatiempo favorito  y en algunas ocasiones reía a carcajadas como si otra persona le hubiera dicho algo gracioso, la gente  que caminaba cerca de él volteaba a mirarlo y sacaban una conclusión la única que se puede conjeturar al ver a una persona en ese estado, “Esta loco” decían algunos,”Pobrecito”  murmuraban otros, y los más  reacios a los problemas de otras personas pasaban de largo haciendo caso omiso a los gritos de ayuda que profería   Jhony.
Una de esas tardes, cuando se disponía a regresar a casa vio a una paloma que cayó de la rama de un árbol, se acercó con cautela y la tomó entre sus  manos y vio los ojos minúsculos y redondos del ave , y lejos de todo acto sano, cogió el cuello del tierno animal y con una fuerza descomunal arrancó de un tirón la cabecita  de la paloma, los borbotones de sangre bañaban su temblorosa mano, el reía sarcásticamente y  lanzó al aire el cuerpo mutilado de la paloma  creyendo que el pobre animal volaría sin cabeza, el cuerpo del ave cayó pesadamente al suelo y luego de dar unos  débiles movimientos de alas quedo inerte , embarrado de sangre en el piso.
La esquizofrenia lo estaba volviendo un ser malvado, a lo mejor él no se daba cuenta y los demonios  que habitaban su mente  le ordenaban  hacer  cosas atroces. Una vez  se dirigió hasta el puente del ejército se sentó en la baranda y con la mirada fija en la fuerte corriente de agua sucia y espumosa  hacía el ademán de lanzarse mientras con  una mano  agitaba el frasquito de pastillas como tratando de acompasar el estruendoso ruido de las aguas con el sonoro  ruido sonajero de su frasco de pastillas.
La gente lejos de prestarle atención, pasaba de largo ignorando lo que pudiera pasar.
Esa vez no fue necesario hacer nada, por sus propios medios se bajo de la baranda  y caminó sin rumbo por la ciudad, sin hambre, sin  calor, sin  presagiar lo que iría a pasar luego.
En la tarde llegó a su casa un humilde callejón en Breña, abrió la puerta y se sentó en la sala por un momento como recapacitando, su apariencia no hacía sospechar nada, estaba muy bien aseado y vestía un elegante terno color café, la camisa blanquísima y la corbata marrón con adornos cremas, el calzado  brillante y reluciente. Abrió  el maletín y  sacó de entre los papeles un enorme cuchillo, se puso de pie y se encaminó hasta la habitación de su madre, una mujer anciana impedida hace muchos años de hacer las cosas por si misma debido a un accidente que le fracturó la cadera dejándola invalida para siempre. Su madre era una mujer de carácter fuerte, quedó viuda cuando Jhony era un niño, y desde ese entonces ella influyó mucho en él, al punto de quebrar esa delicada línea que existe entre madre e hijo, ella lo hizo de su propiedad, lo trataba no como a un hijo sino como a un objeto de la cual ella era dueña y podía hacer con él lo que quisiera y poco a poco fue moldeando en Jhony una personalidad  sumisa sin autoestima al hecho de hacer todo lo que su madre  no le decía a buenas maneras sino que le ordenaba  a manera castrense.
Jhony, caminaba  despacio haciendo tronar el taco de su zapato cuando chocaba con el piso de parquet bien encerado, sigilosamente abrió la puerta del dormitorio de su madre, y caminó blandiendo el cuchillo ante la mirada atónita de  esta, se colocó al costado de ella y mientras doña Carmen trataba vanamente de persuadir a su hijo con las más absurdas súplicas, éste se mantenía callado y sereno haciendo oídos sordos a los ruegos de su madre, poco a poco  su semblante fue cambiando y  comenzó a tener ligeras convulsiones, la madre lloraba implorando piedad y perdón, Jhony solo pronunció una palabra.
¡Cállate!
 Acto seguido tomó de los cabellos a su madre y pasó la delgada hoja de acero afilada  por la arrugada y frágil  garganta de la anciana, la yugular había sido cercenada  y los borbotones de sangre inundaban la cama. Jhony  quedo temblando y observando los ojos bien abiertos de su madre. No soportó  esa mirada y la  cubrió  con una colcha.
Luego, como si  sus oídos escucharan  las  órdenes de una tercera persona, Jhony se dirigió a la cocina cogió medio galón de kerosene y una cajita de fósforos, regresó a la sala portando la galonera y el fósforos, se sentó en el sillón y encendió   el equipo de sonido colocó un CD de Montserrat  Caballé la diva de la ópera  y mientras oía “El hijo de la Luna”  a todo volumen  levantó la galonera y se baño la cabeza con el combustible , metió la mano en el bolsillo del saco y extrajo el frasco de pastillas, pero esta vez no lo hizo sonar como una sonaja sino que lo lanzó con furia contra la pared. Una vez bañado en combustible  hizo un sonido similar a un sonajero con la cajita de fósforos, y luego de sonreír  con sarcasmo encendió un cerillo y se prendió fuego a lo bonzo, sus gritos aterradores alertaron a los vecinos, quienes impresionados vieron como una silueta humana envuelta en llamas  corría de un lado a otro emitiendo desgarradores alaridos y moviendo los brazos incansablemente, hasta llegar  a la ventana abrazó las cortinas y fue suficiente para que toda la casa ardiera. Los bomberos al cabo de varias horas lograron apagar el fuego y entre  los escombros humeantes  los peritos encontraron   los restos chamuscados de tres personas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario