miércoles, 12 de octubre de 2011

TRAVESURAS EN EL “SANVI”








Nos tocaba hacer la primera comunión ese año, la maestra Betty coordinó con nuestros padres y la parroquia la realización de las clases de catecismo, si mal no recuerdo algunas se dieron en la parroquia de Jauja y después pasamos a realizarlas en las instalaciones del colegio San Vicente de Paúl, a cargo de unas señoritas que se estaban preparando para servir a Dios, o sea que en el futuro serian monjas.



En esos tiempos estábamos cursando el ultimo año de primaria de la escuela, y fue en ese año también que nuestras travesuras ya se hacían mayores y trascendían fuera del aula de clases y también fuera de las instalaciones de la escuela, y para eso contaba con la complicidad de algunos y algunas de mis compañeras de clases que por el largo tiempo transcurrido se me hace muy difícil identificar a algunos de ellos por su nombre.



Nuestras clases de catecismo eran en las tardes después del almuerzo, todos los que hicimos la primera comunión nos encontrábamos en las instalaciones del “Sanvi” un conocido colegio de niñas en Jauja, célebre por su hermosa capilla de Cristo Pobre de estilo gótico que se asemeja a la catedral francesa de Notra Dame, siempre la observamos de afuera pero ahora era nuestra oportunidad de explorarla por dentro.



La entrada era por la enorme puerta metálica que estaba en el jirón Colina, hacíamos nuestro ingreso por allí y nos reuníamos en el enorme patio y allí esperábamos a nuestras inocentes y angelicales tutoras que nos llevarían a un enorme salón el cual nos serviría de aula para nuestras clases de catecismo, allí todos los niños y niñas escuchábamos atentamente las sabias palabras de estas chicas para guiarnos por el camino de la paz y el bien para recibir a Cristo en nuestros corazones.



Todas las tardes que asistimos había un receso de unos cuantos minutos y esos cuantos minutos eran enormemente aprovechados por nosotros para explorar ese enorme complejo que estaba frente a nosotros, que no perdimos ni un segundo para internarnos en los recovecos de ese recinto, la meta era ingresar a la capilla, para eso ingresamos una tarde de débil garúa a un estrecho corredor que llevaba al enorme jardín que estaba delante de la capilla, la que daba al jirón San Martín, pero había un obstáculo que nos impedía seguir avanzando unas enormes rejas de fierro labradas con antiguos motivos detenían nuestro avance al enorme jardín que parecía un gran bosque verde, pero divisamos una enorme y gruesa puerta también de fierro labrado corrimos hasta ella y nos dimos de cara con una enorme cadena y un grueso candado que tratamos de abrir inútilmente, nosotros habíamos sido advertidos de no ir mas allá del patio, pero esa advertencia nos llegó altamente y allí estábamos trepando la puerta de gruesos barrotes, hasta que uno de nosotros notó algo raro, se bajó de la puerta intempestivamente y nos dijo que le estaba pasando corriente, los demás nos reímos de lo que decía pero luego hicimos la prueba, uno por uno empezamos a tocar la puerta de fierro que estaba ligeramente humedecida por la garúa y efectivamente sentíamos un ligero temblor en todo el cuerpo, a mi turno también note un temblorcito en mi cuerpo una mínima descarga de electricidad aturdía mis manos y mis músculos era gracioso estar así “temblando”, hasta que escuchamos los fuertes silbatazos de nuestras catequistas y emprendimos rauda carrera hasta el aula matándonos de risa y prometiendo regresar otro día.



En otra ocasión nos metimos a un salón contiguo al nuestro e hicimos un gran descubrimiento dos enormes pianos cubiertos por una lona estaban allí esperando para ser tocados por nuestras hábiles manos, de inmediato nos abalanzamos tres niños a uno de ellos y otras tres niñas al otro y así empezó el concierto, por algunos minutos fuimos intercambiando músicos y creo que casi todos los que estábamos allí por primera vez en nuestra corta vida de entonces dimos una tocadita a las teclas blancas y negras de los enormes pianos cosa que no era agradable para nuestros oídos y menos para los oídos de las catequistas que en ese preciso instantes ingresaban furibundas al aula, habíamos sido pillados con las manos en el piano y se aproximaba la hora del gran sermón, una inusual charla de conducta se nos impartió en tiempo record y todavía con una gran amenaza, una de las señoritas de azul pues así se vestían falda azul, chompa azul y blusa blanca, con zapatos negros, luego de llamarnos drásticamente la atención, nos amenazó con llevarnos ante un señor cuyo nombre no me acuerdo, para que nos dé los correctivos necesarios, como dando a entender que se trataba de un ogro que estaba encerrado en una habitación cercana, cosa que le creímos a medias pero luego de eso dejamos tranquilos a los pianos y con entusiasmo empezamos a cantar algunos cánticos religiosos, a rezar el credo, los padres nuestros y los ave-marías, y a leer el catecismo.



Después nuestros intentos de explorar el colegio San Vicente se fueron limitando poco a poco hasta un lugar mas apartado donde se ubicaba una enorme gruta y un aula muy cerca de esta.



Cuidándonos de no hacer nada malo para no ir a parar en las manos de ese personaje ogresco para recibir un castigo.

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