jueves, 25 de noviembre de 2010

LA FLECHA

Una tarde mi padre se apareció en la casa con un paquete en la mano, dijo que le había regalado un alumno suyo, mi padre en ese entonces era profesor de secundaria en el distrito de Acolla, descubrimos el paquete que tenia forma de rollo y se trataba de un enorme arco con varias flechas, estas flechas eran reales no eran ornamentales, quedé impactado, tomé el arco y empecé a templarlo sentía su rigidez y su temple, las flechas también eran de gran tamaño mas o menos de metro y medio con una punta aserrada hecha de una madera de color negro y en el otro extremo estaba adornado por unas plumas negras, era impactante el arco y las flechas.



Mi padre dejó que las observara un rato y luego me pidió que se las entregue para que las guarde, no sin antes aconsejarme que no juegue con ellas por que era muy peligroso, ni que decir mi madre, puso el grito en el cielo al ver que quería jugar con las flechas, y las guardo mas rápido que apurado.



Pasaba el tiempo y a veces sacaba las flechas para jugar con mis amigos, tomando las precauciones necesarias, hacíamos tiro el blanco al árbol de saúco que tenia en medio del patio de la casa, y luego de eso la guardaba muy bien en su sitio.



Una vez, la saqué para jugar en el patio, estaba en compañía de mi made y mis hermanos, y tuve la desafortunada idea de apuntarle a una de las gallinas que paseaban por el inmenso patio de mi casa, las gallinas corrían picoteando los granos que les daba mi bisabuela, pero esa tarde no sé que me paso y creí que no le haría ningún daño al animalito, como repito se me dio por apuntar con la flecha a una de ellas, y no pude contener la tentación de soltar la flecha, algo malo cruzó por mi inocente mente que me exigía dispararle y lo hice, solté la flecha con tan buena puntería y tan mala suerte que la saeta atravesó de lado a lado a la pobre gallina, que dio un lastimero cacareo, y me puse más nervioso todavía y empecé a temblar al ver como la pobre gallina corría desesperadamente por todo el patio con la enorme flecha atravesando su frágil cuerpo y dando desesperados cacareos, para luego de unos minutos caer cansada en medio del patio tratando inútilmente de incorporarse, mí madre presa de los nervios también, comenzó a increparme mi mala acción.



De inmediato, mi madre agarró a la gallina y se la llevó a la cocina, para sacrificarla, al terminar la tarea pude observar a la gallina pelada y vi , los huecos hechos por la flecha uno de entrada y otro de salida en ambos lados debajo de las alitas, ese día me sentí culpable y avergonzado había hecho mal uso de algo que me estaba prohibido tocar, mi padre también pago pato por haber traído a casa semejante “juguetito” como le diría mi madre. Esto fue suficiente para dejar tranquilas a las flechas por un buen tiempo, luego fueron desapareciendo una por una.



Triste recuerdo de un regalo mal utilizado,que manchó mi conciencia a temprana edad.

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