jueves, 25 de noviembre de 2010

MONO TRAVIESO EN JAUJA

En el patio de mi casa allá en Jauja, existe hasta ahora un viejo árbol de saúco negro, al cual mis amigos y yo llamábamos “yalan”, árbol enorme de tronco grueso y de frondosas ramas, en verano se transformaba en un árbol seco, frágil y gris de ramas peladas y esqueléticas, cuando lo veíamos así pensábamos que estaba muerto y nunca volvería a florecer, pero en el invierno se transformaba en un hermoso árbol, de ramas frondosas y hojas muy verdes con flores blanquecinas con puntos verdees para luego mostrar su exquisito fruto, unas bolitas pequeñas de color negro, de sabor agridulce, y jugo morado, que a montones aparecían en grandes racimos por todas las ramas del árbol.



Mis amiguitos y yo trepábamos al árbol para arrancar enormes racimos, luego de lavarlos devorábamos en minutos hasta el empacho, luego ellos se llevaban a sus casas grandes cantidades para prepararse una mermelada según ellos le agregaban azúcar y la aplastaban hasta formar una masa pegajosa que ellos llamaban “mermelada”, eran cosas de niños, la verdad que a mi no me gustaba mucho y por eso dejaba que ellos la disfruten hasta el hartazgo.



Pero éste famoso árbol era testigo de nuestros juegos, un buen dia lo adornamos como si fuera un monte y le metimos unos cuantos hachazos sin saber lo que hacíamos, hasta que mi bisabuela nos mando a rodar muy lejos y jamás volvimos a tocarlo. Pero había quedado herido, el tiempo pudo cicatrizar esos cortes y nuevamente volvió a florecer, pero lo que más recuerdo no fue una travesura mía, sino la de un niño muy travieso cuya madre alquilaba una habitación en la casa.



Este pequeño que era muy travieso tendría ese entonces la edad de ocho o nueve años, era contemporáneo de mi hermano menor, una tarde se pusieron a jugar y yo los observaba de cerca, cuando de pronto “mono” como así le decían al niño travieso, empezó a subir al árbol, daba gritos y se aventaba al suelo, para risa nuestra, trataba de imitar según el no a Tarzán sino al Hombre Araña, y cada vez se trepaba más alto, yo lo miraba con temor de que se caiga, le decía que baje pero no hacia caso, hasta que en una de esas se trepó a una débil rama, estaba en lo más alto como a unos ocho o diez metros mas o menos, yo con mi hermano le seguíamos con la mirada todas las piruetas que hacia causándonos gracia, cuando de pronto oímos un crujido de la vieja rama seca del árbol, el “ mono” también lo escuchó y se quedó quieto como paralizado, queria retroceder pero no podía, cada vez que lo hacia la rama crujía más y amenazaba quebrarse, el “mono” a su vez se asía fuertemente con sus manos de otra rama que estaba encima de él, ya estaba entrando en pánico, fueron momentos tensos, yo con mi hermano no sabíamos que hacer, nos quedamos mudos observándolo.



Los dos mirando hacia arriba, lo vimos colgado en las ramas haciendo honor a su apelativo de “mono”, cuando de improviso el “mono” seguramente de cansancio decide retroceder para poder bajar por el mismo sitio por donde se había trepado, y la rama crujía cada vez mas fuerte a cada movimiento de él, hasta que no resistió mas y escuchamos un fuerte crujido, la vieja rama de había roto y el “mono” caía al suelo junto con la rama dando un fuerte alarido gritando ¡ AAAAAAAHHHHHHHHHHHH ¡ ,con mi hermano vimos como estaba en el aire con los brazos extendidos tratando de sujetarse de alguna rama, y batiendo los brazos como si fuera un ave que intentaba volar, esta acción nos hizo reír, en contados segundos el “mono” se estrellaba contra el suelo, nos quedamos quietos por unos segundos, pensamos lo peor, luego de contados segundos que parecían minutos, cuando corrimos para ayudarlo, el “mono” se incorporó como un resorte, le vimos los ojos brillosos como queriendo expulsar sus lágrimas, y empezó a correr con dirección a su cuarto, había salido ileso de su caída, lo seguimos y nos cerro la puerta de su cuarto, nosotros regresamos a recoger las ramas rotas del árbol, levantamos la mirada para ver de donde había caído la enorme rama, y vimos en la que quedaba en el árbol las huellas de las uñas del “mono”, estaban ahí marcadas en el tronco los zarpazos que dio tratando de asirse de la rama.



Han pasado muchos años de ese hecho, pero todavía recordamos con mi hermano dicho acontecimiento y es imposible contener la risa, hace poco nos vino a visitar el “mono” convertido en todo un señor abogado, y siempre las pocas veces que nos viene a visitar le hacemos recordar su travesura del Hombre Araña, pero yo le digo que mejor le viene el nombre de el Hombre Gato por las siete vidas que tiene, él solo me sonríe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario